Pareciera que el tiempo se hubiera detenido, siento el latir de mi corazón muy pausado y escucho sonidos extraños cerca. Cierro y abro mis ojos lentamente, miro el cielo y contemplo un mundo estrellado que está a millones de años luz. Finalmente me encuentro en el lugar que, desde hace varios años atrás, despertaba el deseo de regalarle esta vista a mis ojos; el lugar donde el cielo se combina perfectamente con el relieve de las montañas y cuyo color verde da un tamiz hermoso para cualquiera que desee realizar una obra de arte. Hemos viajado varias horas en auto particular desde el sur de Ecuador, y nos encontramos en la cima de la caldera del Quilotoa, un tranquilo lugar para ir solo, en pareja o en grupo.

La travesía del descenso

Descendimos por un sendero y nos encontramos con un amigo guardaparque de la Reserva Ecológica Los Illinizas, quien muy amablemente nos brinda todo el asesoramiento para poder disfrutar de esta maravilla que tiene Ecuador. Nos registramos en la bitácora de visitantes y continuamos descendiendo, a lo lejos podemos ver como una señorita disfruta de montar a caballo en su travesía del descenso. Al llegar a la parte interna del cráter, la algarabía de los visitantes se podía notar en sus rostros. 

Nos detenemos un momento y podemos contemplar a una pareja remando en kayak. Su alegría nos contagia, así que nos embarcamos a remar también en las extrañas aguas del Quilotoa. Tendré que ser sincero, remar en estas aguas ha sido uno de los mejores regalos que he tenido. Sentir el viento atravesando mi cuerpo será siempre una sensación indescriptible, admirar al Quilotoa desde sus aguas es ‘otra historia’. 

Al finalizar, seguimos bajando por un sendero, disfrutamos de un delicioso choclo de maíz con queso que nos brindaron muy amablemente a un buen precio y continuamos nuestro recorrido.

Dentro del cráter del Quilotoa

Caminar por los senderos que se encuentran dentro del cráter del Quilotoa, nos permite admirar su vegetación y las montañas que nos rodean. 

Luego de caminar y caminar hemos llegado al mirador, al que se puede ingresar también por Salalá. Desde aquí, la vista nos confirma que nuestra caminata ha valido la pena. Debemos agradecer el grato honor de haber tenido un buen guía, quien estuvo junto a nosotros en todo el sendero hasta llegar al mirador principal. 

El Quilotoa en la Reserva Ecológica Los Illinizas, siempre me permitirá decir que puedo regresar sin pensarlo dos veces. La brisa, su viento, sus paisajes y esplendor forman parte de una experiencia inolvidable.

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