La Reserva Nacional Tambopata (Perú) es uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo, lo que podría traducirse en que hay muchísimas más posibilidades de ver diferentes especies en un corto recorrido a través de este lugar en comparación con otras áreas naturales. Para ejemplificar, les comparto que con sólo caminar unos pocos metros hacia la entrada oficial de la reserva logré captar imágenes de monos, varias especies de mariposas, escuché algunas aves y visualicé algunos reptiles.
Ahondándome un poco más en esta área natural protegida, llegué al Lago Sandoval, escenario donde comienza la aventura que les quiero narrar. Estimados lectores es necesario acotar que la Reserva Nacional Tambopata es parte de la Amazonía peruana: es selva.
Remando por el lago
Luego de hacer un primer recorrido remando por el Lago Sandoval, donde tuve la oportunidad de coincidir con compañeros de camino, entre ellos Pocahontas, tenía que completar mi misión: tomar fotos de especies claves para los objetivos de conservación en esta área natural protegida, en especial de lobos de río. Así que avanzada la tarde e ignorando la posibilidad de que empezara a llover me dispuse a iniciar un segundo recorrido por el lago en compañía de alguien a quien llamaré “la investigadora”, ya que no le he pedido permiso para publicar su nombre.
Inicia la aventura
A los pocos minutos de iniciada la travesía, le pregunté a la investigadora si se sentía cómoda con la idea de que nos alcanzara la lluvia en el lago, a lo que dio su visto bueno. Quienes me conocen saben que me encanta mojarme bajo la lluvia sobretodo si estoy inmersa en la naturaleza, así que al escuchar su respuesta se dibujó una enorme sonrisa en mi rostro, la cual estuvo acompañada por un comentario que hice sin mala intención, pero que -al parecer) el universo tiende a interpretar como osadía, dije: perfecto porque no le temo a la lluvia.
¿Les comenté que estaba en unos de los lugares con mayor biodiversidad del mundo?
Hago nuevamente la acotación porque a los pocos minutos de continuar con la travesía visualizamos un caimán a pocos metros de nosotras, bastante grande para mi poca experiencia en el tema. Obviamente, yo estaba feliz de poder contemplarlo aunque no haya podido sacar un buena fotografía de él.
Minutos después, y como era de esperarse, el universo decidió enseñarme nuevamente que debo ser más cuidadosa con mis palabras. El cielo empezó a oscurecerse cada vez más mientras empezaba la lluvia, augurando que lo bueno apenas comenzaba. Ante esta realidad decidimos abortar la misión e iniciar el retorno, ya que soy aventurera, pero con cierto nivel de sensatez. Digo “cierto nivel de sensatez” porque para ese momento ya era un poquito tarde, una tormenta eléctrica estaba iniciando.
Bajo la tormenta eléctrica
Remábamos a un ritmo constante y fluido hasta que la corriente decidió cambiar el rumbo de nuestra embarcación, sin embargo logramos mantener el curso hacia lo que aparentemente debía ser nuestro destino final. Mientras avanzábamos y como en una especie de toma cenital (desde arriba, como si me observara desde el cielo) veía nuestro bote, y a nosotras, como el punto más alto en medio del lago. Ese punto que podría ser tomado por un rayo como su conexión más fácil para llegar a tierra.
Como consecuencia de la fuerte lluvia, a partir de este punto no hay más fotos
Mientras remaba con los rayos cayendo a nuestro alrededor, recuerdo haber pensado: ¿por qué? ¿por qué me encuentro nuevamente en una situación de riesgo en medio de la naturaleza?, mientras una sonrisa en mi rostro acompañaba memorias de experiencias similares que en su momento les contaré. Eso sí, sin duda alguna la actual historia que se estaba desarrollando sería de las épicas, ya que ninguna había sido remando en un lago en una tormenta eléctrica.
Ante las preguntas que me planteaba, pero observando también nuestro buen desempeño y actitud para la situación en la que nos encontrábamos, mi niña interna (quien está muy bien conectada con mi corazón y tiende a tener razón con frecuencia) respondió: porque te gusta, lo disfrutas tanto que te hace sentir viva; además te hace más fuerte.
Como también era de esperarse, el universo me hizo salir de mi nube de pensamientos al mostrarnos un rayo caer casi al lado de nosotras, el cual estuvo acompañado por un estruendoso trueno que nos hizo saltar. En ese momento tuve que disculparme con el universo por mi comentario anterior y explicarle con mucha suavidad que obviamente respeto mucho a la naturaleza, por lo cual retiraba mis palabras y lamentaba que las interpretara de esa manera.
El trecho final
Por diferentes motivos remamos para acercarnos a la orilla, ahí me sentía más tranquila ya que teníamos a los árboles protegiéndonos de los rayos, en ese lugar las probabilidades de que nosotras fuéramos el punto de conexión a tierra disminuían. Sin embargo, remar cerca de la orilla tiende a presentar otro tipo de retos, por ejemplo: la corriente nos metió en una especie de remolino del cual nos costó un buen rato salir, las olas generadas por la tormenta intentaban voltear el bote y lo llenaban de agua, en un momento dado tuvimos que bajar del bote y asegurarlo por pocos minutos. Estar en ese lugar durante mucho tiempo podría representar que nos alcanzara la noche y, ahí, la aventura pasaría a un nuevo nivel de intensidad que personalmente evitaría en la medida de mis posibilidades.
Finalmente, luego de varias conversaciones para plantear estrategias de supervivencia retomamos el bote y después de un par de maniobras para liberarnos de las raíces de los manglares y salir de la corriente que nos arrastraba, logramos llegar a nuestro destino de desembarque antes que cayera el sol. Nos reímos, abrazamos y tomamos nuestra correspondiente selfie para dar cierre a la aventura e iniciar la caminata para llegar al puesto de guardaparques.
Tampoco he pedido permiso para publicar la selfie con la investigadora
Así termina esta historia, hubo otras anécdotas que me reservaré para cuando escriba mi libro, de todas formas espero haber creado sonrisas en sus niños(as) internos(as), se les quiere =)