«El principio de la educación es predicar con el ejemplo” Anne Robert Jacques Turgot

La contaminación y demás afecciones del medio ambiente, son problemas cuya solución depende no sólo del cambio de actitud de los factores institucionales (el Estado, las empresas, las organizaciones sociales), sino también de nosotros mismos como individuos pensantes. Tenemos que explorar nuevos estilos de vida que nos permitan reducir el deterioro ambiental. 

Los valores de la vida verde, aunque suenen extraños y parezcan tonterías, no son nuevos y difíciles de asumir. Son, entre otros, los viejos consejos o exhortaciones familiares  que se nos vienen haciendo desde que estábamos en el preescolar:  “apaga la luz al salir del cuarto” o “no gastes agua innecesariamente”, etcétera, etcétera. Valores que hoy, ante el dramático cambio climático que vive el planeta, cobran una gran pertinencia y utilidad: nos permiten contribuir con el equilibrio ambiental, a la vez que nos sirven para ahorrar energía y dinero.

Un principio fundamental de la vida verde es hacerse responsable de los actos propios y sus consecuencias. Tenemos que responsabilizarnos de la basura que personalmente generamos y tratar de reducirla. Para ello hay que focalizar las fuentes generadoras de basura y buscar la manera de mediatizarlas. 

Una de las principales fuentes generadoras de basura doméstica son los envases que envuelven los productos que compramos.  Hay que aprender a comprar. Aunque, ciertamente, somos parte de una sociedad consumista y, en consecuencia,  somos seres productores de basura –y no es fácil liberarse de estos condicionamientos sociales-; podemos sin embargo integrar a nuestras pautas de vida hábitos de consumo que reduzcan sus efectos haciendo compras inteligentes. Antes de adquirir un producto, por ejemplo, debemos meditar sobre sus efectos ambientales y posibles sustitutos. Podemos preferir, por ejemplo, productos que posean menor cantidad de empaques o  vengan “desnudos” (sin empaque) –como es el caso de vegetales o frutas. Si necesitamos un artículo envasado, es conveniente seleccionar aquellos cuyo empaque sea reciclable, esté producido con materiales reciclados o brinde algún otro beneficio en nuestra relación hombre-medio ambiente, ya sea por los ingredientes con que fue elaborado o por el impacto que éste tenga en el ambiente (si es biodegradable o no), etc.

Hay, en fin,  muchas formas de reducir la producción de basura doméstica: sustituyendo unos productos por otros; consumiéndolos al máximo, etcétera. Depende del renglón y las circunstancias. Los artículos desechables de plástico, por ejemplo (cubiertos, platos, vasos, botellas de agua o refresco, etc), pueden ser sustituidos por otros, en la oficina, por tu propia taza,  vaso y juego de cubiertos. También las baterías desechables de los artefactos electrónicos, pueden ser reemplazadas por baterías recargables, aunque éstas también son fuente importante de contaminación. Se puede igualmente ahorrar papel y generar menos contaminación, utilizando ambas caras de cada hoja de escribir o utilizar una pizarra para las notas del día. Disponer de un termo para el agua o jugo evitando así en lo posible comprar estos productos en botellas desechables. El uso de bolsas de lona para hacer mercado, así como la reutilización de las bolsas plásticas, son otras prácticas de consumo que contribuyen enormemente con la integridad del medio ambiente y resguardan nuestra economía.

La vida verde es, como puede verse, una estrategia que no sólo nos permite establecer y disfrutar de una relación armoniosa con el medio ambiente, sino también a mejorar notablemente nuestra capacidad de ahorro. 

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