«Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol«Martin Luther King

El plástico, producto derivado del petróleo que se presenta en nuestro día a día en infinidad de formas para innumerables usos, ha beneficiado a la industria y al individuo principalmente en el campo de la construcción y el empaquetado. Sin embargo, la dependencia que se ha desarrollado en la sociedad por este material ha ocasionado que aumente su volumen de producción y consumo alarmantemente, por lo que se han generado graves consecuencias ambientales debido al lento proceso de biodegradación del material. Es urgente tomar conciencia del efecto del uso de material plástico y por ende moderar su uso; hay que aprender a comprar.

La sociedad venezolana, en particular, se caracteriza por medir la calidad de servicio en base a la cantidad de plástico se le ofrece al cliente. Esta es una actitud propia tanto en los expendedores del servicio como en los consumidores. Así, por ejemplo, para el comerciante ofrecer una bolsa plástica por cualquier tontería que se compra es una demostración de buen servicio y si colocamos bolsas dobles por cada 3 o 4 artículos que las personas adquieran, sin importar su peso, mucho mejor. Y no es para menos, ya que la mayoría de los consumidores exigen que todo su mercado sea puesto en dobles bolsas plásticas, aunque éstas resistan de 3 a 5 kilos y sólo les estén llenando bolsas con menos de 3 kilos y, ni pensar, que algún comercio no ofrezca bolsas cuando las personas adquieran sólo un artículo fácil de llevar en la mano, porque eso sería “un abuso”.

Si buscamos culpables en este tema, los responsables somos todos, desde los productores de bolsas plásticas y envases no retornables, cuyo afán de lucro rápido y fácil les resta capacidad de inventiva para explorar otras líneas de producción, como el dueño del comercio que incentiva su uso y no da entrenamiento a su personal para que, a su vez, transmitan el mensaje a los clientes sobre las cualidades (peso límite) de las bolsas que el negocio utiliza; y por supuesto el mismo consumidor por aceptar y exigir que se le den bolsas innecesarias. ¿Acaso las personas piensan que todas esas bolsas que se producen, que nos dan y que contaminan nuestras aguas y suelos no las estamos pagando nosotros y  es un regalo por nuestra compra? 

Me parece inconcebible ir a diferentes cadenas de comercio y que me exijan tomar una bolsa para poder salir de la tienda, como si la factura de pago de mis enceres no justificara la compra de los productos que llevo. A esto podrían agregarse muchísimos otros ejemplos, como el nefasto hábito de colocar las frutas separadamente en bolsas para llevarla a la caja registradora y consecuentemente ser colocada en otra bolsa de plástico con asas. O el excesivo uso de anime en diferentes establecimientos para vender quesos o embutidos, ¿será que ya no existe el papel encerado que se utilizaba cuando era pequeña?

Algunas iniciativas y consejos

Afortunadamente, se está ampliando la promoción del uso de las llamadas bolsas ecológicas, la cuáles por ser reusables brindan la posibilidad de disminuir el consumo de bolsas plásticas por persona. Sin embargo, la manera de gestionar el producto, sin la existencia de una campaña educativa, podría no dar los resultados necesarios, ya que bajo el punto de vista de muchas personas las bolsas plásticas son gratis y se debe pagar por las reusables. Lo ideal sería aumentar evidentemente el costo de las plásticas por compra personal, para que quien use las “ecológicas” note un beneficio económico en sus compras y no esté pagando por el consumo de las plásticas de los demás.

En muchos otros países se fomenta el bajo consumo de este artículo, por lo que el consumidor tiene derecho a utilizar una bolsa, dependiendo de su compra, y las otras tienen cargos extras. 

Desde hace unos años intento no aceptar bolsas plásticas y de hacerlo lo hago de manera concienzuda pensando en las pocas que podría necesitar en determinados momentos. No se trata de no usar más nunca una bolsa plástica (lo que en realidad sería utópico), la idea es disminuir a gran escala el consumo de éstas por persona y reutilizar al máximo las que tengamos, así como abrir los ojos ante esta terrible cultura plástica en la que estamos envueltos.

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