Lluvia divina, divina lluvia

Escrito por Ángel Pineda D.
Pareciera que el tiempo se hubiera detenido, siento el latir de mi corazón muy pausado y escucho sonidos extraños cerca. Cierro y abro mis ojos lentamente, miro el cielo y contemplo un mundo estrellado que está a millones de años luz. Finalmente me encuentro en el lugar que, desde hace varios años atrás, despertaba el deseo de regalarle esta vista a mis ojos; el lugar donde el cielo se combina perfectamente con el relieve de las montañas y cuyo color verde da un tamiz hermoso para cualquiera que desee realizar una obra de arte. Hemos viajado varias horas en auto particular desde el sur de Ecuador, y nos encontramos en la cima de la caldera del Quilotoa, un tranquilo lugar para ir solo, en pareja o en grupo.
Descendimos por un sendero y nos encontramos con un amigo guardaparque de la Reserva Ecológica Los Illinizas, quien muy amablemente nos brinda todo el asesoramiento para poder disfrutar de esta maravilla que tiene Ecuador. Nos registramos en la bitácora de visitantes y continuamos descendiendo, a lo lejos podemos ver como una señorita disfruta de montar a caballo en su travesía del descenso. Al llegar a la parte interna del cráter, la algarabía de los visitantes se podía notar en sus rostros.
Nos detenemos un momento y podemos contemplar a una pareja remando en kayak. Su alegría nos contagia, así que nos embarcamos a remar también en las extrañas aguas del Quilotoa. Tendré que ser sincero, remar en estas aguas ha sido uno de los mejores regalos que he tenido. Sentir el viento atravesando mi cuerpo será siempre una sensación indescriptible, admirar al Quilotoa desde sus aguas es ‘otra historia’.
Al finalizar, seguimos bajando por un sendero, disfrutamos de un delicioso choclo de maíz con queso que nos brindaron muy amablemente a un buen precio y continuamos nuestro recorrido.
Caminar por los senderos que se encuentran dentro del cráter del Quilotoa, nos permite admirar su vegetación y las montañas que nos rodean.
Luego de caminar y caminar hemos llegado al mirador, al que se puede ingresar también por Salalá. Desde aquí, la vista nos confirma que nuestra caminata ha valido la pena. Debemos agradecer el grato honor de haber tenido un buen guía, quien estuvo junto a nosotros en todo el sendero hasta llegar al mirador principal.
El Quilotoa en la Reserva Ecológica Los Illinizas, siempre me permitirá decir que puedo regresar sin pensarlo dos veces. La brisa, su viento, sus paisajes y esplendor forman parte de una experiencia inolvidable.
Le pregunté -¿qué aporto a tu vida?- Y no supo responder, porque no se trataba de algo material, todo era sutil.
Se trataba de apagar los incendios al conectarle con su respiración. Explorar los puntos de tensión donde se acumulaban las frustraciones y los miedos. Despertar aquello dormido o herido con palabras, miradas, abrazos e infinitos besos. Conectar con su energía para construir un espacio de confianza, tranquilidad y seguridad.
Eso era lo único que hacía, sólo prestaba servicios ecosistémicos, transformaba su energía como si fuera un árbol, le purificaba como si fuera un humedal. Y como bien sabemos, en una sociedad donde el tiempo vale oro y el oro vale más que el agua, ese tiempo de transformación aportaba «nada».
Sin embargo, siempre pude agradecer el descubrir que ya no era un árbol, que me había convertido en un humedal; mi capacidad de amar y transformar se había expandido.
Desde pequeña los Andes y la Amazonía confluyen en mis sueños, el llamado de la montaña y la selva palpita en mi corazón.
Ahí, en esa confluencia, encuentros anhelados abren espacio a la expresión de un infinito sentir. Expresiones nobles, sinceras e ingenuas honran la pureza del ser y se guardan cálidamente en una sonrisa, en un abrazo y en un café. A veces son expresiones que se guardan en una mirada a través de paredes que simulan ser hielo, porque tal vez -sólo tal vez- aceptar los cambios y honrar los sentimientos genera mucho miedo.
Un retorno al origen de los sueños permite reflexionar, ver al cielo con estrellas y a la luna brillar. El alma se nutre, la creatividad florece, y cuando por fin das por finalizado ese ciclo del camino, el universo coloca en tus manos aquello que en un momento tanto se anheló, aquel primer gesto que tanto amor generó: un lugar sagrado delineado en tonos plateados.
Y es así como aquello que siempre significó la entrega al sentir, se ha manifestado en palabras que nunca pensaste se podrían decir. Y así fue, aquel primer gesto que tanto amor generó, y el universo en mis manos otra vez colocó, sigue significando la entrega a un hermoso sentimiento y la certeza de honrar el origen de mis sueños. Un lugar sagrado: mi corazón.
Escuchaba y leía con frecuencia sobre ese increíble lugar, así que un día me decidí y le dije a mi compañero de viajes «salgo para allá en 6 meses». Lo dije deseando que me quisiera acompañar, pero sin la seguridad de que pudiese hacerlo.
Durante ese tiempo me dediqué a ahorrar, a armar el equipo y la ruta. Iríamos como mochileros, ya que era un viaje muy exigente para el carro que tenía en esa época. La selección de lugares a visitar estaba definida por aquellos donde pudiésemos acampar y cuya distancia entre uno y otro no superara los 7Km. Informamos del plan a personas clave para que nos acompañaran y 3 de ellas se animaron.
Así nació ese primer viaje a La Gran Sabana, en el Parque Nacional Canaima, majestuoso lugar que me brindó un primer acercamiento a la tierra de los Tepuyes y que nos recibió con una cúpula de infinitas estrellas acompañadas por el sonido de la Quebrada Pacheco.
La naturaleza, así como el amor, sólo se entiende al contemplarla, al sentirla, al vivirla. Puedo escribir miles de historias y las palabras nunca me alcanzarán para expresar todo lo que ella genera en mi alma. Sin embargo, seguiré intentando narrar una ínfima parte de ese sentir.
Me decía “no deja de asombrarme como mi vida ha cambiado”. Seguramente tenía cara de estar perdida como ya se hace costumbre, pero intentaba disimularla resguardándome en una pequeña fuente de soda que conseguí. Sin duda alguna mi acento y cara de resignación por tener que esperar a la reunión pautada fue muy evidente, así que tomé asiento para degustar el café.
El lugar era atendido por el señor Pedro José, quien me pidió que lo llamara Pepe. Me comentó que parecía común que las “chamas” tomaran café caliente (sin azúcar) así hiciera calor. Me dio risa que me llamara “chama” con tanta naturalidad y su comentario me hizo recordar la cara de sorpresa del Jefe de Paracas cuando luego de un almuerzo, mientras estuve como voluntaria en la Reserva, le pregunté si quería un café. Imagínense un café caliente a mediodía en medio del desierto, creo que la explicación a ello es genética: soy hija de Braulio.
Conversamos poco más de una hora, entre las pausas propias de las responsabilidades que cada quien debía atender.
Esta es la Latinoamérica que amo profundamente, donde un pequeño y sencillo lugar, en cualquier ámbito desconocido, te hace sentir en paz y segura. Donde se generan diálogos amenos para compartir diferentes puntos de vista con respeto, honestidad y sin agendas ocultas o imposiciones jerárquicas.
Esa es la realidad en la que deseo vivir y la burbuja que busco expandir.
Un año después me tomaban esta foto, a mi regreso de un viaje relámpago que hice a Copacabana – Bolivia, donde el Titicaca marcó el inicio de un proceso de enfrentar miedos para sanar, crecer y transformarme.
Hoy llega nuevamente esta fecha, la cual (como siempre) pronostica un nuevo capítulo. Feliz 11-11 a todos.
En ese momento entiendes que el miedo se esfumó, que un nuevo sueño se está gestando, has vivido esa sensación muchas veces, pero ahora te reconoces sintiendo una profunda certeza, podrías llamarlo intuición o de otra manera (eso es lo de menos), el hecho es que no lo puedes evadir más, es hora de #CreerparaCrear
Ese día decidí entregar aquello que tanto me costaba soltar, lo hice como un reto personal para dar un poco más de lo que la vida constantemente me exige. Y es que así lo siento, es un constante soltar, incluso en esos momentos cuando el corazón (por amor, apego o costumbre) te grita no hacerlo. Entonces decido soltar más de lo que me pide la vida para ver si en algún momento ésta deja de ser tan exigente. Lo entrego todo, lo doy todo, tal vez así algún día (la vida) entienda que pase lo que pase no me conformo con amores a medias, con pasiones a medias, con sueños a medias.
Suelto una y mil veces hasta que se manifieste lo deseado, empiezo desde cero una y mil veces hasta cumplir con las expectativas de mi sueño. Esta es mi burbuja y soy feliz en ella, sí o sí.
P.D: Cabe acotar que estoy muy feliz y agradecida, pero es bueno tener algunas cosas claras en la vida, porque simplemente no me conformo con las cosas a medias.
Respiro, siento y sonrío.
Observo la marea de emociones que me genera y sólo me queda reír y agradecer por sentir tanto y tan intenso. Es bello el proceso, me inspira y me ayuda a crear. Respiro, siento y sonrío.
Mis sueños son cada vez más vívidos, hay tanto por explorar en ellos. Anoche, nadé en un agua que temí por mucho tiempo, incluso pude ver a la altura de mis pies aquello que me causaba temor en sueños anteriores, y no me importó; lo vi, lo sentí, incluso lo pateé inconscientemente. El miedo había desaparecido.
Luego te encontré sin buscarte, como en tantos sueños últimamente, como en esta realidad que se repite una y otra vez. Y así como apareciste, desapareciste, como en tantos sueños también, como en esta realidad también.
Estaba tranquila y feliz, rendida ante lo que siento. Sigo tranquila, feliz y enamorada.
Enamorada de este sueño, de una clave, de una realidad.